Por Simón Mejía
Estudiante de la Escuela de Política y Relaciones Internacionales de La Sergio
Los motores que mueven industrias como la agrícola, construcción, transporte (de pasajeros y de carga), generación de energía y las operaciones minero-energéticas, funcionan a partir del diesel. Este combustible hace que la economía colombiana funcione día a día. ¿Por qué el debate sobre prohibir su uso?
En 2012, la Organización Mundial de la Salud declaró que el humo producido por la combustión de los motores diesel es tan cancerígeno como el asbesto, por lo que quedó clasificado en el grupo 1 de sustancias que tienen relación concreta con el cáncer. En esta categoría de riesgo también se encuentran el arsénico, el gas mostaza, el alcohol y el tabaco. Por su parte, ciudades como Madrid, Stuttgart, Dusseldorf y Roma han anunciado que en determinados plazos prohibirían la circulación de ciertos vehículos que funcionen con diesel por sus centros urbanos.
Sin embargo, la información sobre los efectos nocivos derivados de la combustión del diesel está a medias. En principio, desde Europa se han promovido las normas Euro, una serie de estándares que buscan regular las emisiones de los vehículos de combustión interna. Esta reglamentación se viene actualizando en la medida que la tecnología lo permite o como medida de incentivo para que haya innovación en el funcionamiento de los motores. En la práctica, los grandes fabricantes de motores están a la vanguardia de lo que exigen las normas Euro (actualmente están vigentes las Euro VI).
Colombia es un caso particular. La oferta de combustible es cada vez más moderna, hoy las dos principales refinerías (Cartagena y Barrancabermeja) producen un diesel con estándares internacionales, libre de metales pesados y con el menor rango de partes por millón de azufre posible (menos 20 ppm). Sin embargo, el problema en Colombia radica en quien usa el combustible. Según ANDEMOS (Asociación Colombiana de Vehículos Automotores) la edad promedio de los vehículos particulares es de 16 años y 21 en el caso de los camiones. Se puede decir que el problema no es el combustible en sí mismo, sino cómo se quema.
Nuestro problema, en términos prácticos, es cómo modernizar el parque automotor colombiano. En particular, por las propiedades del diesel, los motores que lo consumen son más longevos y tienen menor desgaste al trabajar a menos revoluciones que los motores de gasolina y por la viscosidad del propio combustible. El mejor ejemplo es la industria de carga pesada, donde la reconversión tecnológica toma décadas y no hay intereses claros en que, como sector, se sumen a iniciativas ambientales o de reposición del parque automotor.
Las prohibiciones en los países europeos deben entenderse como una penalización a aquellos vehículos que no cumplen con un mínimo de emisiones estipulado en las normas Euro, no es que la restricción opere para todos lo diesel. Por nuestra parte, el debate más allá de si prohibir el combustible o no, debería concentrarse en cómo promover la conversión tecnológica del parque automotor. Desde el sector público, debería haber incentivos para la modernización de los equipos que funcionan a partir de diesel, así como velar por su adecuado mantenimiento. Por parte de los privados, es un tema de responsabilidad en su oficio, de bajar su huella de carbono mediante la actualización de su tecnología. Esto no solo tendría un impacto en la reducción de emisiones generadas a partir de su operación, los equipos más eficientes y con menores consumos también reducirían sus costos.